miércoles, 23 de julio de 2008

De cómo los sórdidos vientos nórdicos logran entumecer las mentes adustas en los inviernos calientes en el extremo sur del orbe

Algunos no gustan de contar esta historia. Considero que, tarde o temprano, debía ser relatada...

Cuenta la leyenda que en los antiguamente gélidos meses de julio, en una comarca mediterránea de un país austral, los jóvenes, ávidos de enseñanzas y saberes, detenían sus lúgubres vidas para dedicar su tiempo a la meditación y la incorporación de renovadas teorías que pulieran sus enmohecidas mentes. Algunos recuerdan a un sabio que, en un alto de su eterna caminata, dijo a unos cuantos pilluelos que en ese momento estaban de juerga:

“¡Vayan a estudiar, pendejos de mierda!”

Algunos creyentes de aquella antigua narración, tratamos de seguir, con no poca holgazanería, los designios que esconde ese aparentemente claro mensaje.
Discípulos inquebrantables de aquel sabio que por momento detestamos con todo nuestro ser.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muchas veces, apesadumbrados seguimos esa marcha interminable que sin lugar a duda en algun momento se nos pasara... casi como por inhercia seguimos y vamos tratando de pilatearla lo mejor posible, algunos mejor que otros, pero todos pilotiando nuestros pucaras...

un abrazo amigo!


astn

PerroDinamita: dijo...

mi pucara pareciera que a veces se queda sin fuel-oil y existen otras veces donde mas que pucara es un F-18...

supòngo que los altibajos son propios de estas cosas, propias del saber y la disciplina...de tratar de conseguir una zanahoria con forma de titulo y firmas de autoridades.

pero hoy no tengo ganas de estudiar
asi que me vengo a mi sano vicio y encuentro con alegria un nuevo buen texto suyo y ademas un posteo de mi ahora amigo "eistien", el tin.

saludos mijo!
no se pierda tanto!
por lo menos no como yo!

Patricio Ortega dijo...

Algunos cargamos con el triste designio divino de la rebeldía sin causa.
Entonces, si alguno que se precie de sabio nos grita que estudiemos, pues no estudiamos un carajo y vivimos felices en un mar de ignorancia.
Otros, injustos, nos llaman vagos.
Pero nosotros preferimos nombrarmos como lo que somos: los James Dean del status quo.