Estamos en Haedo y corre el año 1.908.
Álgido picado está por jugarse en la calurosa siesta.
Se realiza el correspondiente pan y queso y, una vez definido, Eleuterio empieza a elegir. Poco a poco una nutrida fila de niños se va reduciendo hasta que queda solo uno, el jugador impar de una espontánea convocatoria.
Los seleccionadores de turno no quieren al sobrante en su equipo, aunque finalmente él termina yendo del lado de Felipe, quien lo recibe entre rezongos, quejas, y con la vergonzante orden de defender el par de maletas que, separadas entre sí por diez pasos, forman un arco.
Disconforme, rígido y absolutamente reacio a la cruel decisión, nuestro protagonista parte, enculado, a su casa.
Quién diría, Jorgito Luis, quién diría que esa tarde terminarías la traducción que habías comenzado hace unos días y nunca más volverías a jugar con ellos.
Dejalos, dejalos que se queden con su fútbol. Ya encontrarás algo mejor que hacer.
lunes, 26 de mayo de 2008
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4 comentarios:
naaa
impresionante!
ya andara jorgito luis en medio de su oscuridad luminosa, glosando versos y creando mundos...
esos mundos que contienen a otro mundos, cual aleph en el sotano de Daneri.
muy buen relato!!
Sin duda, un relato excelente, sin fisuras. Como dicen, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Realmente, es admirable tu capacidad de creación e imaginación.
El Pullitzer está cada vez más cerca, estamos a sólo un paso.
Un gran abrazo y felicitaciones.
Feliciano Chiclana.
El Golem... No, en realidad estoy acá para otra cosa.
Penoso lo suyo, Uribe. Cómo se le ocurre contar ese tipo de intimidades en esta montaña de basura cibernética.
¡Para qué El Aleph, para qué Historia Universal de la infamia!
Pestilente...
Uri Uri...No juegue
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