Callados elefantes divagan ampliamente.
Mientras nosotros fumamos con inercia,
aquella pudorosa y rotulante elefanta no amada sucumbió ante el safari romántico de aquellos trovadores cansinos porque lamentablemente estaban perturbados, sopesando,
dudando intensamente.
Zoofílicos transpiraban ideas intensas,
pero tropezaban ante vívidos seres superfluos;
arremetían la incesante, dañada espalda agotada de silencios
vacíos.
Llévame por claustros entrerrianos,
De Ángelis.
jueves, 4 de septiembre de 2008
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